La niña ya no está
y sin embargo a cambiado su foto.
Cada segundo, cada minuto,
cada instante fue muerto,
se detuvo frente a mi cara,
me miró fijo a los ojos
y se hizo agua y cielo,
nube quieta,
se hizo sombra sobre el mar,
fue silencio,
casi apenas,
ausencia,
un barco que se lleva
el esqueleto del recuerdo.
Entonces suavemente
acosté unas sencillas voces,
lo que quedaba,
el eco de la mirada
en la distancia
y un solo beso.
Cerca y lejos,
lejos y más lejos
y una carta
que jamás será entregada,
piel, cabellos negros…
entonces ella me habla
con su boca cerrada,
muda de placeres
y me dice que soy bueno.
El horizonte me engaña,
me refriego los ojos,
me arden,
sostengo con alfileres una idea,
la quiero, la quiero, la quiero,
lo repito y lo niego,
lo niego y lo escribo y lo sueño,
soy bueno
y sin embargo
me faltan sus piernas.