En esos últimos instantes del crepúsculo
y el principio de la melancólica noche,
se extiende un río de tristeza minúsculo
que resbala por tu mejilla sin reproche.
Como se levanta de las olas del mar
o de las encumbradas cimas de una montaña,
así se eleva de tus rotas ganas de amar
un jirón de niebla triste de la noche a la mañana.
Niebla que flota lentamente en el vacío y la nada,
que alternativamente va del recuerdo al llanto;
parece mujer con blanca cabellera de cascada
que se levanta y anda y todo cubre con su manto.
Y tú te vuelves un fantasma que se eleva en el aire,
y cubres tus huesos de tristeza como de un sudario
sobre el que se dibujan tus lágrimas eternamente,
Tus instantes, horas y minutos, tu fe y tu breviario.
Las luces de la noche alumbran tenuemente,
el aire se llena de aroma a desolación y tristeza.
En el cielo los relámpagos irradián fuertemente
y gélidas gotas comienzan a caer sobre tu cabeza.
A tu alrededor, cielo gris y profundo silencio…
¡Solo eres un ángel herido entre agua turbia!
hoja al viento en huracán de tristeza inmenso;
gota en el desierto… ¡Mariposa bajo la lluvia!