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Aquella noche.

Aquella noche no me senté a meditar allá en la playa...

Me senté a pedirle a Dios que junto con las olas se llevara mi dolor,

No comprendo como puede caber tanto en el alma...

tanta tristeza, tanta soledad...

Esa noche los astros me regalaron cuatro deseos que no pude pedir,

Los dejé escaparse entre la oscuridad 

Como se me esta escapando la vida...

Esa noche, sentada con la arena raspando mi piel,

viendo la inmesidad del cielo y sus flores 

de la mar y sus secretos... 

Me sentí menos que nada, 

Cómo se puede cuantificar el valor si no se conoce...

Me fui, me fui de la playa sin mis deseos, 

y deseando irme con ellos, 

me encontré con un ángel cuyos ojos eran espejos que reflejaban mi propio dolor... Su dolor, en dos cuerpos distintos, el mismo.

Ahí me dijo que era pendeja sí, pero que hasta la pendejez pasa,

Que no hay mejor forma de dañar al que nos hizo daño

que con una sonrisa,

y que hay que sufrir gozando,

que la mejor amiga a tener es la que se ve en el espejo cuando uno esta enfrente, 

Que soy guapa, tíos, que soy guapa y que no valgo los vasos sino la vajilla completa.

Al final con sus manos me sobó la frente y la nariz, 

Y con sus palabras, el corazón.