Ayer, hoy y mañana
siempre triste el alma rota,
rota como el rumor de mis lágrimas
quebrándose en este suelo
ayer, hoy y mañana
porque la ausencia duele.
No sé si es el llanto que grita
o si será mi corazón desdeñado
pero ahora aprecio más que nunca
aquel filo cuyo brillo en mí veía,
aquel silencio en el que nunca más
podría verse mi rostro muerto
por tanto dolor que ni en mi alma cabe.
Es sonora tu ausencia,
sonora como el último suspiro
antes de que expiren mis palabras.
Vestían claveles en mis versos
que desnudaban al verte
y sólo por verte a ti
mientras pensaban llegar a ser algún día,
sin notar cómo yacían sus latidos
en la afonía del olvido.
Ahora se crispan todos los rayos
en mi tormenta
como una condena a mí atada,
siendo sólo culpable de quererte
sin nada esperar,
aunque quizás soñando que
nada esperaba.
Quizás ahora sólo sea el reflejo
de otra bala sentida en el pecho
de quien se rebela contra la vida,
de aquel que muere donde otros
dicen vivir
y vive donde otros dicen que sólo
existe la niebla cubriendo
eternamente la nada.
Es dolor el sentir con tanta fuerza
el engaño,
sentir el vacío postrado en el espejo
de falsas esperanzas,
sentir como los ojos tiemblan
cuando tropiezan con la penumbra
de la realidad en la que mueren.
Ya no sé ni quién soy,
y por saber sólo sé
que mi existencia se ve cubierta
de barro nacido en la serenidad
de la tierra,
forjado poco a poco por las lágrimas
de otra historia.
Si cada página escrita
es el latido de un sufrimiento más,
ayer, hoy y mañana
me sobra el corazón.