No quiero que la muerte llegue tarde
y se encuentre con mi alma hecha cenizas.
No quiero que mis sueños se hagan trizas
ni que a la sombra del pasado me resguarde.
No quiero que el realismo me sorprenda
negociando mi puñado de certezas.
No quiero la ilusión de la tibieza,
no pretendo que nadie me comprenda.
Rosario, 11 de marzo de 2004