Suena el grito de un Titán
allá a lo lejos en su morada.
No le importa absolutamente nada,
observa tranquilo varios universos,
al momento qué se forma el tiempo.
En los momentos de locura,
destruye alguna galaxia.
Los soles reflejan su cara
enorme y luminosa,
eterna, efímera, potente,
como ninguna otra.
Suenan sus lamentos,
reflejos de gloria
futura y pasada.
En sus manos la historia,
arquitecto de los dioses,
creador de mariposas,
dador de recuerdos,
pasajero perpetuo.
Ahí está el Titán,
sedentario,
esperando a sus hermanos.
Famélico en los desesperos
por le destrucción del adversario.
No le importa la calma,
en su aposento
se escuchan sus sufrimientos.
Retumban sus pisadas
en el suelo impalpable.
Algunos seres lo adoran,
en los planetas más recónditos
donde lo indescifrable es vida
y lo conocido es muerte.
Para él Titán el todo no es él,
pará él la inmortalidad no es todo,
pará él su fin es más grande aún,
a pesar de crear eh imaginar,
piensa en qué su creación
no hay nada más grande
qué el saber amar.
En su erudición
no cree.
En su corazón
sabe qué está
el mayor poder.
La verdad del ser.