FELINA

¡JUVENTUD DIVINO TESORO!

Cuando llegan los años

nos hacemos tristes,

nuestros ojos se empañan

igual que nuestra alma,

nos acompaña la melancolía

y las sombras umbrías,

no nos gusta el bullicio

que nos quebranta la calma.

La nieve que cubre la cabeza

es la nieve de los inviernos

que a cada paso se siente

 más  gélido mas frio.

los surcos que marcan

nuestro rostro,

son surcos de dolor profundo

que traspasan la piel

y en el corazón,

tanto se posesionan

que lo aprisionan,

haciendo salir lágrimas

del manantial en donde

se anidan las penas.

Cada surco lleva un estigma

de la labranza del camino,

cada surco una faena,

cada surco una pena,

cada surco una ausencia

de los que nos acompañaron

en el difícil sendero de la vida.

Aquellos que se nos adelantaron

a poblar las ciudades de la muerte

y los que divagan

como sombras del olvido.

los hijos se han desgranado

como suspiros que se evaporan

en el aire…

ellos no nos acompañan

con nuestros pasos lerdos.

Ya la juventud no vuelve

hacer presencia

en nuestra vida.

la pasión ha claudicado,

sólo nos quedan los achaques de la edad

y el espíritu envuelto en soledad.

Ya la primavera se fue

y nos queda un otoño eterno.

¡Juventud divino tesoro!

que te has quedado en una densa niebla

que te cobija y te lleva a los umbrales de lo inerte

para quedarte allí para siempre.

¡Ya no vuelves juventud hacer presencia

en este sórdido cuerpo!

Felina