La vida es eterna/en cinco minutos
Víctor JARA
Pequeña
en los nudos de diciembre
escucho los ecos
de la poesía salvadora.
Para esta época,
cambio el plumaje
y me apresto al ritual
de la palabra encendida.
Me alcanza diciembre
para tu voz
para la calle mojada y silente
la vuelta a los néctares
de acampar en mi hogar.
Respiro el cansancio eterno
y aún en el sillón más noble
y compañero,
hay duendes apocados.
A mi casa bandeña
la celebraré constante
en códices de infancia
sellados en las ventanas.
Mágica y rosa eternidad
de sus paredes en desguace.
Dónde han quedado tus manos
tan americanas
por qué me saben
a la traición
de mi orfandad reciente.
Éxodos primeros
de las fábricas de sueños
de la vida.
No te callen
la divina siembra
no cieguen en tu guitarra
los sacramentos del pueblo.
Preludio agreste
de manos arrancadas
y corazones encallados,
de palomas tempraneras.
Y esta lágrima eterna
sentada conmigo
a mitad del tiempo.
Espero a mi madre
de regreso por las calles
de eternas amandas.
Madre canción.
Te recuerdo,
de abril a diciembre
te recuerdo.