Había dejado su esencia dispersa en las páginas de mis cuentos. Me gustaba retener los ecos de su silencio, su mirada contenida en un topacio y sus pestañas eran persianas en mi habitación, jugando a dejar pasar la luz ámbar de sus ojos.
Me inventé su voz como un canto a la espera, un soplo de dicha que solo yo conocía. Cada noche me acostaba contando los besos que se me acumulaban en el rostro y esperaba despertar más grande, para acariciar nuestro encuentro más de cerca.
Los años de la infancia son muy cortos. Mi juventud se la llevó un trueno, pero en este ocaso, cuando ya tenía mis lluvias secas y mis noches sin luna, aparece en en el espacio azul, en el camino que preparé pacientemente, sin ruido, sin prisa... Sus pasos me elevan.
~Rosario Vercelli Scharff~