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Hoja verde que no seca,
que empapa su efigie,
en el calor del hombre,
su antaño nombre no decae,
nunca deja de ser lo que es,
a Tí, Jesús el hombre que eres,
cuando en las manos queda un dolor,
como en los pies una cruz,
como el sol en trasluz,
donde has dejado toda tu sangre,
como parásito de un pecado en palangre,
como al hombre en su natural osadía,
lo perseguirá hasta donde no cese la lluvia,
porque el cielo desata una justa pluvia,
donde el mundo no deja de obtener,
por el dolor de una justa compensación,
cuando el calor quiere al sol,
como luz verdadera y real,
donde el cielo corrompe,
al dejar todo su erizado momento,
y en el espejo del alma,
no calma como no desarma,
el corrompido enjambre,
cuando la incertidumbre,
corroe y oxida la vida,
en un instante tan distante,
a tí í, Jesús, mi alma de doble filo,
cuando mi alma está en un hilo,
y pasa de triste a feliz,
cuando eres mi cielo,
y mi hielo sin deshacer,
y en el fondo está mi ser a tus pies,
como la sonrisa pálida y con mies…
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