Ahora,
que el tiempo
duele
y me espera
te recuerdo,
apoyada en el amor
que nos rodea...
Es la hora
de atravesar
los límites
pausadamente.
De ceder
al descanso
que impone la vida.
Hay una voz
detrás de las cosas
cuyo eco se acaba.
Pero las noches siguen encendidas.
Estamos solos
en esta historia agridulce
que se desprende de los techos,
se descuelga de la lámpara,
poseída por la eternidad acumulada
en las sombras.
Hay lugares
donde nunca llegaron mis manos
- los dejo para la otra vida-
y , sin embargo, guardo en ellos
una lágrima verde
para la siembra ulterior
a mis palabras.
Ellas, paradigman mi tiempo
que comienza-ahora-
a exponer su llanto
en huesos puros.
Declaro
la constancia
inaugural
sobre las tardes
moribundas de deseo.
Fue lo que ha salvado
el árbol iracundo
y la flor
y la noche monocorde.
Esa constancia
imposible
que me resguarda
de los acantilados.
Todo está
-injustamente-
ordenado y triste,
para nombrarte
lleno de sueños
y de ansias vacías.
Un cuerpo arrojado
a su fin,
un corazón sereno
yendo a la nada.
Y el amor,
por decisión unánime
de mis días,
para que sea aquel planeta
que nunca tocarán mis ojos,
la hostia, acaso el cielo
queda suspendido -también-en la memoria,
fuera de la línea
de la vida.