Hoy, mi pena es amarga, como hiel en mi tragedia,
como en mi hora final recuerdo lo que hicimos:
no hay dulce en mis facciones. Así, los dos vivimos.
He de morir de versos, con la pena que asedia.
El beso es para el labio, tus labios para el verbo.
Así como mi amor son ojos que no ven…
Huye pronto por los caminos de Belén;
antes que mi ojo sea comido por el cuervo.
Dolor a mil pupilas vetustas aquí, espero,
y en tus estrofas mártires que resuenan empíricas
se escucharán los llantos de las efigies líricas,
bebiendo el cáliz del amor en un otero.
Entonces esa austera luna, de un Gris celaje
ha de cruzar el cielo con mi dolor salvaje.
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David John Morales Arriola