Sandra Lopez Paz

ANTES DE SANDRA

 

                                           Y los libros que fabriqué con pena

                                                                Oscar Corbacho

 

 He morado en mi madre

tantas veces.

 

En su silencio

sus ocasos

            sus hábitos matutinos.

 

Su hambre de libertad

           sobre las rosas.

 

A dos eternidades de sus alas

he vagado en su distancia hostil

sin poder hablarle.

 

Gritando madre

desde las víceras

ha dejado pendiente

nuestro tiempos.

 

He tomado su corazón pleno

para decirle que la amo.

 

 

He vaciado su nombre

-tantas veces-

buscando mi arcano,

pero ninguna se depone

                     ni se rinde.

 

Miramos los nudos del pañuelo

para que afloren los recuerdos dorados.

 

Me ha dado la enciclopedia de sus horas

y de su sangre tengo

el ímpetu insurrecto,

la medida exacta de los vaticinios

            cuánto esperar,

cuándo ha sido  vano

llorar por lo perdido.

 

Mi madre dice

todo se ha de cumplir.

Y, a no remar - por lo tanto-

 que  el corazón mira

           lo que nos concierne

verdaderamente.

 

 

De mi padre,

ese viaje tranquilo.

Contemplación del mundo

que se inclina

a sus magias primigenias.

Padre sostiene en mi mirada

la búsqueda de todos los tesoros

del micénico

y las palabras de oro

del barroco.

             -De un hombre del campo,

             se heredan siempre

              sueños y nostalgias-

 

Ambos, en conjuro fatal,

son las salvas de una guerra inminente,

                       el agua de los inciensos,

y el azul de la poesía

puesto en la órbita

de un corazón sensible y de llama alta

de lágrimas en el cuenco

                    a punto de caer

e inundar la calle.

 

 

Deberían anclarme

en su estrella

         y  antes que nada

crearme nuevamente

en los ojos de Prometeo.

 

 

Hay

una sandra

infinitamente sola

detrás de ese tiempo

donde cabe el sentido

y el amor

de fundarlos

eternamente.