Romance del caminante
Por las tardes, por las tardes
bien pasadas las tardes, me pongo zapatos rojos
blanco estaño y pelambre.
Las campanas de la iglesia,
mira si tienen hambre, bronce de alas caídas;
hilos de un viejo sastre.
En la plaza del mercado hay un reloj distante
que ya no marcas sus horas porque se volvió cobarde.
El cura y el sacristán
usan sandalias negras, y mira lo que reparten…
gotas de vino viejo;
hostias bien consagradas para calmar el hambre.
En las calles de mi pueblo
por las tardes, por las tardes
Ya no hay perros rabiosos que cuiden mis estanques
La gente duerme temprano, le tiene miedo al resfrío
Y guarda en sus armarios el luto que ya ha vestido.
Por las tardes, por las tardes,
bien pasadas las tardes
me paseo por estas calles
Con mi par de zapatos viejos
rojo sangre bruñidos, blanco estaño y pelambre.