Que nadie me miró con esos ojos,
me puse a pensar
mientras los miraba fijamente.
Aferrada a él,
con mis manos en su cara,
como quien no acepta el dejar ir...
Me encontré presa.
Presa como el alma en el cuerpo,
atrapada, pero sin limitación,
perdida en su brillo y en su sombra,
iluminada en su profunda
e infinita oscuridad...
Una oscuridad donde no caben
mis fantasmas,
pura, calma y llena de paz,
Ahí me fundí en su océano de
ilusiones, del cual me adueñé.
Vulnerablemente feliz
me hundí como se hunden
los niños en los brazos de sus madres,
me ahogué en su imperceptible dulzura.
Dulzura que al ser muy de él
es mía, porque a él pertenezco.
Pertenezco desde el día en que
me asenté en sus ojos,
no porque me vi reflejada en ellos,
Sino, porque me di la vuelta
Y ahí me quedé...
Nadie me miró nunca de esa manera.
Pensé.