Me desvelo en el amor profundo,
lo bello inimaginable, el asombro
amo los riachuelos, las montañas postradas,
miro el paisaje, siempre es la mañana.
Regreso de mis egos inentendibles,
oigo a través de los vientos, el recuerdo
en el verde suelo sin cobijo,
a la intemperie atrevida
donde tiemblan las espigas
silvestres, solitarias siempre.
Hay allí amores perdidos, aferrados
quedarán para siempre enterrados,
en el fugaz beso encontrado.
Tal vez llamaradas libres crecerán,
surgirán de pronto, poderosas.
La lluvia se cubrirá y dejará las rosas
huyéndole al fragor del fuego,
ese que dejaron los amantes,
cuando en clandestino amor, huyeron.