¿Cuantos recuerdos nos dejan las noches? noches de idilios, noches de alegría, noches de esperanza y noches de porfía, noches donde vemos desprenderse del firmamento cometas y estrellas, noches gloriosas, noches bellas, noches de poetas, noches de bailes y de fiestas, noches de luna llena, con el palpitar de los sueños de los amores pequeños, hasta llegar a los sueños grandes de los amores perdidos, amantes en noches de algarabía, y de bohemia, noches de cohetones y Año nuevo.
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¡Ah! Noches inolvidables de la juventud, noches de goces y derroches, noches de farras, de canta res en la orilla de playa, noches de fogatas ardientes de pasión en medio del frío del invierno, noches de noches, para pensar, para soñar, noches para meditar en la existencia, noches para volar en las conciencias y querer permanecer despiertos hasta la eternidad de las almas sin que medie para ello la verdad de la experiencia.
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¿Cuantos noches hemos sido felices a plenitud? ¿y cuantas otras hemos sido infelices por ingratitud? Noches hermosas gravitando bajo el sonido de la lluvia que va acariciando los sentidos, noches de amoríos casuales, aventuras naturales, del hombre en sus andanzas y correrías, noches de satisfacciones, de ilusiones y de penas y desilusiones, noches de libre albedrío, noches de decisiones, noches de éxitos y de fracasos, y noches de locura y desvarío.
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Divinas noches, cálidas de caricias donde solo alumbraron luciérnagas fugaces, y se encienden los corazones, se exploran los cuerpos buscando los recónditos vicios del averno, sensaciones prohibidas, algunas desconocidas, noches de caprichos donde vencen las emociones y somos esclavos de las primicias, que nos regala el cuerpo en naturales delicias-
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Noches cuando los cuerpos hacen chispas porque chocan relámpagos del alma, nacidas al fuego centelleante, se materializan los aromas y los besos saben al pólen de las flores, se gozan en frenesí las amapolas danzando el vaivén de las olas que trae los secretos de sus profundidades, y saben los besos a tesoros de los mares, a conchas de nacár, a langostinos, a caballitos de mar galopando ansiedades, a caracoles pegajosos y salobres, ¡ah! que ricos que son los besos azules que nos dan fecundidades.
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Noches de otoño, donde pensamos libremente lo que queremos e imaginamos sin tormentos, tal vez nos traemos al alma las nostalgias del tiempo, surcando nuestras ansiedades hasta vencernos el sueño de tempestades pasadas, que creíamos olvidadas que quisiéramos regresar en los imposibles, noches de soledad, noches de penumbras y de frío mirando al vacío.
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Noches cuando queremos eternizar en el recuerdo, las pieles desnudas sobre la arena y bajo los halos de luz de luna, noches plácidas como ninguna, sin penas, sin lamentos, noches de paraíso, y de suplicio, de reflejos infinitos, noches donde se abren crisálidas mariposas y vuelan hasta donde la poesía se hace sin letras y los versos se riman al compás de los latidos del poeta.
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Raquelinamor
Venezuela/2016