I
Suspirar al escuchar la voz de un niño.
Reprimir el llanto al son de una canción.
Imaginarme embriagado de cariño
en el espejismo de una ilusión.
Detenerme largo tiempo embelesado
contemplando la belleza de una flor.
Y al mirar el sol de un cabello dorado
sentir en el viento morirme de amor.
II
Es porque soy
desagradablemente sentimental.
Sentirme partido ante cualquier rechazo,
desconsoladamente irracional,
al sentir el embriagador latigazo
que me desgarra como un frágil cristal.
Es porque yo
exalto tanto al placer como al dolor
y me consumo en esa llama encendida.
No existen razones para un soñador,
solo el delirio sagrado de la vida
que no vale ser vivida sin amor.
I bis
Si no las tengo, me invento fantasías
para mantener en forma al corazón.
Compulsivamente entretejer poesías
que de todo hagan absurda exaltación.