Los egos corporales se van ahogando
entre las sabanas del deseo carnal
inducido por la pasión.
Las curvas de carne te tientan
mientras la mente te dice que
pare mas te toma por sorpresa
la inigualable adicción a tu presa.
Los labios no son labios, son bocados
de ambrosía que desesperan su lucha
entre el ser o no mortal.
Las torneadas piernas de arcilla
se van perdiendo en las texturas
moldeándose en la forma orgásmica de amar.
Las ardientes miradas se van consumiendo
en el deseo comprimido de un cristal.
Los brazos se escapan a la desnudez
embriagante de la libertad impresa en piel,
y en la piel se han tatuado sublimes caricias
que envuelven lujuria en un templo hecho de miel,
es la piel profana de la tentación que agudiza
los sentidos en un segundo de la vida el cual detiene
el tiempo que giraba en un reloj,
para abrazarlo en el máximo placer humano
que alberga la seducción
quemando entonces la pureza
con el fuego vigoroso
de un cuerpo que ya no tiene razón.