Me vivo todo a costo de muerte,
invierto el espinazo,
me apuesto la sangre
y vendo la vela de mi piel ardiente.
Me gasto minutos en sudores,
en bragas húmedas de soledad impaciente.
De lágrimas, saliva incandescente,
Riegan mis bolsos ignotas mujeres.
Me gasto y malbarato la mente,
y regalo aquello que ningún mercado vende.
La noche está boquiabierta,
con las prendas de roca;
se rosan y ofrendan limosna
en mi precaria mano temblorosa.
Mi ojos absortos en tu vacío,
la resequedad de mis versos
en pago al dios sin credo,
a la Venus en renta de soneto.
Lamento el ritmo frío del sexo,
tu nombre que cobra su papel en el juego,
las sombras que no tiento
o remiendo,
la suerte que no gozo,
la muerte que no siento,
que gasto en la vida
un aliento que no tiene un tanto
ni un poco
de tu precioso aprecio que antes tenía,
antes,
que ya no tengo.
Saberlo,
mientras vendo y oferto todo cuanto tengo,
todo,
todo me cuesta,
pero cuesta más entenderlo.