Sorprendeme, mirando la luna quizás, eterna seductora
acércate sigilosa, donde el silencio abunda
y con tus manos tersas, perfora mi carne, mis huesos
húndelos hasta tocar la angustia,
hasta rozar la imperturbable soledad;
prosigue hasta el abismo ciego
hasta arrancar de cuajo los intersticios de tristeza.
Y yo, solo atinaré a mirarte
y sabré que vienes desde los confines del tiempo.
conoceré exactamente las palabras a verter,
para que un manto de paz te cubra, invisible e infinito,
y en nuestro primer abrazo, habremos cumplido la profecía.