Precisamente como el pimpollo ulteriormente que lo ha parido la rosa
Terso y bello se va penando, se va muriendo
Pasa por caminos, pasajes de amor y plazas,
Para morir seco abandonado en una tumba fría,
jornada por jornada se va marchitando, aroma ello a muerte discimulada.
Mas los labios de la virgen no han de ponerle vida,
Ni por un millar de besos, no le insuflara vida.
¡ Oh la muerte es bella, de rojos pétalos!
Asimismo los huesos se van descalcificando y acabando.
Aun suenan las guitarras de Eduardo Falú ,
Aun titilan los poemas de José Ángel Buesa, tiritan los ojos cubanos
Con su poema de la despedida.
Se fue un prócer un genio aun así, sea un mártir, o un santo
Su recuerdo se va muriendo en cada poema.
Por donde estarás amada mía,
Mi boca ya no recuerda
Aquel gran amor eterno profesado en plazos,
debilitase quebrándose en llanto , cara con cara con la doncella
Hasta la muerte, he de recordar la a ella.
se va muriendo, pereciendo,
se muere el níspero después que el pájaro deja su herida
Marchitos están los viejos nogales tras centurias
Sin sombra de pie en las primaveras
Se van muriendo. Se van secando
Hasta el recuerdo lleno de telarañas eternas
En los nichos se van muriendo.
Aun el bronce del epitafio, ha perdido e brillo
Las décadas lo fueron opacando.
Matriz que me alumbraste un día, vertiente roca madre
Te fuiste muriendo, tu huella rupestre
Dejaste la hierra del indio en cóncavos pozos en rupestre pinturas
Pues se seca el manantial un día
Pues se fue muriendo,
Todo muere, en su sueño profundo cada dia.
La estrella infinita en milenios descansa eternamente
Y su luz divina es solo la muerte que viaja distancias infinitas
Aun estamos en vida cargando en nuestros hombros, cada día la muerte.
Mueren los dientes y mueren vesículas, riñones y vejigas
Y seguimos vivos en partes, sin vida órganos
aun así el corazón sigue latiendo en obediencia divina.
Placer y agrado producen las cuerdas vivas, el gozo del alma
pues suena la leña barnizada danzando con la muerte acicalada.
Y mueren los pájaros velozmente los que nacieron junto a nuestras infancias.
¿Quien ha dicho que una guitarra es un cadáver barnizado, heredera de un árbol perecido?
O acaso la silla de algarrobo no es la muerte cálida en los inviernos.
La muerte nos rodea, nos abriga, con lanas de ovejas extintas.
Cuantos son los durmientes que soportaban las vías, del viejo tren
De féretros útiles después de la siega.
Y los metales y el oro,
Sacrificar la montaña, horadarla hasta quedar socavada.
Muerte toda, lentamente aun estando en vida.
Recuerda aquella única hija del amor de su madre
Al regresar del trabajo la encontró ahorcada, no es leyenda
Aun en vida la niña poco a poco agonizaba,
Muere la voz, muere la mirada,
Finalmente se cree que ha muerto sino respira,
ahora en un cuerpo sin vida segundos , antes, fue un ser caminante lleno de esperanza.
Dando quejidos al cielo, se retuercen de dolor las vísceras.
antes de la muerte certera.
sucumben los verdes valles sin lluvia ,hasta perecer en la hoguera.
Se muere el verano en otoños de olvido.
Vida infinita, naciendo en terso perfume, cálidas manos. De bondad inmerecida.
Muerte putrefacta, vengativa, errante, vagabunda.
Sendas caras de una moneda
Verso y anverso
Adeptas eternas.
AUTOR: Darío Ernesto Muñoz Sosa.