Me pareces al recato de las flores,
la gracia de un saludo despierto,
el vaivén de finísimos violines,
un pedacito de las estrellas de Orión.
Lo fértil de tus risas perfuman el aire,
llenan de favores a la blancura de las albas;
son el chasquido de un arte inmejorable.
Quien conoce tu alma
talla en oro tu nombre intranquilo
y hace insignia de tus amores,
que se bautizan de un verso infinito.
Eres decorosa, ceremoniosa, una de las hijas del Altísimo;
el fruto que vino desde tu vientre es el circón tierno,
y sus palabras la viña celeste al paladar de tu corazón.
Eres preciosa hermana mía; querida,
y la luz de la nieve;
Cristo es tu amor, tu fortaleza
y yo tu amigo.