Abrir mis ojos para ver el reloj,
es un domingo de otro otoño nuevo,
ha cambiado la hora, me pregunto:
a quién se le ocurrió la primera vez,
quien tenía tanto poder
para manejar el tiempo de la vida.
No es que esté descontenta, no,
hasta me ha gustado que la noche
sea una hora más larga,
he dormido también que
mi levantar ha sido diferente.
El café bueno con azúcar de caña
y unos churros que no he comido
porque hoy me siento mejor
que ayer en la hora antigua.
He soñado que era la libélula
que viene a dar vueltas sobre
la piscina, azul, como sus alas,
es tan bella y real en mi vida
y yo la he convertido en un sueño,
más luego voy luchando día tras día
en convertir mis sueños en realidad,
que difícil todo. El café está frío,
menos mal que cambian la hora.
He mirado por encima de la valla,
todo está donde debe de estar,
el acebuche y sus olivas silvestres,
un campo de golf verdeando,
lagos con ranas y unas pelotas
en el fondo cubiertas por el barro.
Así es como debe de ser,
si no es así, llegará la preocupación
y las horas se vuelven eternas.
Lola Barea.