Esta llovizna hecha caricia suave,
con aroma de lejana infancia,
acunando silencios prolongados
que miden exacta la distancia,
velando recuerdos aún latentes.
Un cielo gris, desfalleciente,
cómplice de fantasmas. Y esos ojos
que le robaron la luz a la mañana...
(y el asombro se instaló en mi alma)
Tantos colores derrotados
por el aliento sepia del ensueño.
Un instante, al fin, tal vez descascarado
por el falaz intento de seguir sintiendo,
despojado del color y la arrogancia.
Un instante. Y otra vez aquí: viviendo...
Rosario, 19 de agosto de 2004