Alejandro

Resaca

Mi respiración en la menor

se resigna a su perenne paso,

mi camino, mi visión,

mi curioso caso.

 

El fuego de dentro

nada por las mañanas,

no encuentra tormento,

nunca se queda sin ganas.

 

La lucidez de los espantos

de mirarse en el espejo

y encontrarse un poco menos

lejos, grave, ajeno.

 

La huelga de suspiros

y tácitas miradas

son los platos rotos,

la costura rota de la almohada.

 

De repente la soledad es todo,

nada descriptible,

quizá de cierto modo:

felicidad invisible.

 

Y las esquirlas de luz

que esperan en la calle,

y las arañas de tiempo,

y la oscuridad y la resaca.

 

El eclipsarse la sangre

y el líquido vital de esta mañana,

lo que pudiera comprar

con aquella mirada...