Me gusta caminar bajo la lluvia.
Mirar arriba al impoluto cielo,
batalla naval en agua celestial,
donde aquellas aguas del Mar Egeo
se van cubriendo por la espuma blanca
y las oscuras cenizas del fuego.
Humo enlutado que cruza las aguas
y el oleaje del archipiélago.
De aquella batalla de mar alada,
simultáneamente van cayendo
diminutas gotas de plasma y pólvora,
deslizándose por el blanco cielo,
muy lentamente y muy rápidamente,
hasta llegar a estallar contra el suelo.
Fuente de vida y la salvación,
la cura de los gatos callejeros
que se limpian las profundas heridas
sin cerrar a pesar que pase el tiempo.