Allá, donde el cielo y el océano se abrazan,
mis suspiros de tristeza, cual un beso de Rodín,
se difunden el horizonte en colores de acuarela,
pintados por un sol tembloroso,
al hacer su caravana del atardecer
Allá, donde las aguas indiscretas de ríos de claridad
arrebatan sus lágrimas derramadas
en una carrera despiadada,
hasta como astillas resplandecientes salpican
mi cuerpo con un chaparrón de caricias
Allá, donde brisas leves de verano ocasionan ondas mansas,
llevando nuestras esperanzas sobre alfombras de girasoles,
con sus gorras doradas dan su aprobación,
una bendición a nuestro deseo nupcial
Allá, donde un rayo celestial alumbra un lago terrenal,
una laguna de tantación para sumergirnos
en nuestros placeres sensuales,
nuestros cuerpos desnudos vuelven en una ninfa soñadora,
esperando con impaciencia la sublimidad
de su metamorfosis