Descolgó su caneca en el aljibe
sin el previo permiso, pues se peca,
el hurtarla de allí no se concibe.
Requintando de lleno la caneca
la devuelve otra vez a su espesura
y ¿Qué tal si este aljibe al fin se seca?
Vuelve y echa su cuenco más segura
en el hueco profundo de aquel foso
y lo saca repleto de agua pura.
Se le acerca un anciano pernicioso
al verterla otra vez, ¡Oh farisea!
¡Nunca tomes el agua de otro pozo!
Si la sed te acobarda donde sea
busca el agua en tu aljibe que es más cerca
¿Cómo robas el agua de esta aldea?
Se desprende una lágrima en la alberca,
un sabor bien salobre adquiere el agua
y ya nadie al aljibe aquel se acerca.