La mar hermosa turquesa y bravía
su abrazo fuerte y gélido,
se impregno muy dentro,
e impelido a los más profundo.
El viento en su rezongo y pifiando
como Othar, me avasallo, me aplasto,
con rigor en su andar y me fue imposible
levantar.
Fueron fuego como lenguas
que dentro de mí renacieron,
encaramaron a todo mí ser,
tras la hija ardiente de una pasión.