Veo avanzar un hombre por la llanura,
viene cargando algo entre sus brazos
se acerca a mi casa con presura,
mientras escucho sus agitados pasos.
Distingo un bebe sostenido con ternura,
cargado por el padre con mucha dulzura,
a la vez que deja escuchar sus llantos
deja escuchar sus gritos con impotencia:
al sentir al hijo que se acurruca,
buscando posicion para su lecho,
sabe, que vá a morir el pequeño,
sabe que su alma esta en huida
sabe que ya no le queda mucha vida.
El padre llora triste y amargado,
porque se le vá su sueño dorado;
ámbos llegarón a mi encina,
áquel hombre me mira y me grita:
¡por piedad amito! salve a mi retoño,
una fiera le produjo daño,
ahora se desangra por la herida,
ya casi no le queda vida.
El pequeño se alza exclamando:
¡padre! no sufras mi sudario,
en el cielo habra un lugar apartado:
para tí, para mí y mis hermanos.