Sé que querrás volver
cuando te acuerdes de los besos que te robé,
y del tiempo,
así como de los momentos
y las risas.
Sé que desearás regresar
al hastío donde me abandonaste
y entenderás (como siempre, tarde)
que ya nada te devolveré
porque ni siquiera allí estaré,
y tú te quedarás
en esa tristeza que me envolvía,
y ella será eternamente tu hogar.
Maldito sea el recuerdo mío
que a tu destierro te venga a aliviar,
ojalá la soledad,
que tan fiel me ha sido en mis días,
te vaya entonces a acompañar.
Ojalá ella,
que tu ausencia no ha de llenar,
no provoque mis lágrimas
al verte pasar
como una pesadilla con esencia de sueño.
Tal vez mi mente caprichosa
recorra tu cuerpo
como antaño mis manos hacían.
Quizá mis ojos se cristalicen
en un segundo eterno;
pero cuando tu maldad libere
tu sucia alma,
sé que te pesaré toda la vida,
mientras que tú para mí
solo serás esa bala perdida
que me atravesó el pecho
sin aniquilar mi corazón.