Soy adicto a ti, a tu cuerpo, a tus palabras, a tu voz, a tu hermosura y belleza.
Soy adicto a ti, y es lo mejor que me puede pasar.
Cierro los ojos, y me recuerdo embriagado de tu aroma, bebiendo de tus labios, de tu boca.
Cierro los ojos, y siento correr por mis venas la sangre, agolpándose en mi entrepierna al pensarte, al recordar ese curvilíneo cuerpito tuyo, tan sexi, provocador, tan deseable y pecaminoso.
Adicto a ti soy, y en abstinencia estoy, tan sólo esperando a la única mujer que puede apagar este deseo irrefrenable, tan sólo esperando a la mujer que amo, a la mujer dueña de mi corazón, de mi mente, de mi cuerpo, esperando y aumentando mi adicción a ti.
Quiero sentirme en tus brazos, quiero perderme en tus ojos, quiero saciarme en tus labios quiero perder el sentido entre tus piernas, fundiendo nuestros cuerpos, en ardientes, lujuriosas y apasionadas horas.
Soy adicto a ti, y no quiero curarme de ello. Soy adicto a ti.