Una mano solitaria
Se agarra a un mástil erguido,
Mecido por vaivenes
De olas de deseo,
Hasta que la espuma rompe
Y queda a la deriva,
Soñando con un puerto
Que se acerca día a día.
Y al calor de un nuevo fuego
Nunca visto y deseado
Penetrar en su regazo
Y morir en la lujuria.
Pero hasta ese día,
La mano solitaria
Seguirá sujeta al palo,
Pensando en otra mano,
Quizá más inquieta,
Que se mueva pensando
En el mástil que sujeta.