Así me dije una mañana: sal y disfruta. Observa el mundo, pero no lo intentes cambiar. Es demasiado esfuerzo para tus hombros. Hoy no es el día. Ese día está por llegar. Visita tierras lejanas, pero no demasiado lejanas. tienes cosas que hacer. Distraite viendo que te rodea , pero no te distraigas demasiado. Tampoco veas demasiado, que luego te molestas. Ve y vuelve antes del medio día, será lo mejor y más prudente. Evita la policía y las discusiones. No provoques con la palabra, el gesto o la mirada. En la mesita tienes seis euros. No los malgastes con mujeres. Ni des propina a los necesitados. la mayoría viven mejor que tu. Recuerda Angelillo: Paz y bien. Una vez me hablé con gran franqueza y sinceridad, oh hermanos, cogí el autobús a Villa Real. Nadie me habló en el trayecto. De este modo mi espíritu llego inocente y sano a Villa Real. Lo primero que me encontré en mis primeros pasos por esta tierra, fue con la cara de putero de Jaime I presidiendo un parque donde claramente me introduje una sociedad de plebeyas. Mujeres con sus niños alrededor de la estatua hablando de poner el plato al marido. Iban y venían corriendo, hablando sin cesar de tener dispuesta la comida para el César. Creía que habían sido abolidas estás costumbres en la tierra de la barras rojas y amarillas sin espuelas. Cuánto agradezco escuchar esto, ahora sé cuanto manipulan los medios de comunicación y las feministas. Esto me dije tras haber estado quince minutos escuchando a las mujeres esclavas de su casa y los señores. Las campanas me anunciaban que el día iba pasando, y yo tenía miedo a mi propia amenaza. La más dura de todas, peor que la que sufre una mujer de Villa Real a manos de su marido cuando no tiene la cena hecha. El propio autocontrol, el peor de los controles. Mil veces prefiero que me rodeé como de costumbre la policía, que enfrentarme a mi control y a mis castigos. Solo tuve que dar unos pasos , en la siguiente estación de penitencia, un parque con el que me di con el cardenal Tarancón. !Tan admirado por la burguesía y la clase media socialista! Claro, debía tener tan ilustre su rincón petulante en el parque, controlando a las parejas y el trafico de coches y personas. Miré a mi alrededor con esperanza de encontrar por lo menos un par de maricones. Alguna respuesta se merecía el cardenal. Más mis deseos pasaron inadvertidos ,y me vi atravesando solitario la carretera entre una masa moderna de cebras. Cada cebra iba a lo suyo, parecía que vivieran en el país de la felicidad de los borregos. Aunque para mí no había error, era náufragos de la crisis económica que paseaban como animales perdidos por la calle Aviador Franco. Observé la dura placa Azul de la calle recordando al Aviador. La calle típica de Villa Real de pisos bajos con terrazas planas, muchas de ellas con letreros de en venta. Los viejos comercios de tenderos castrenses tenían las persianas cerradas, como la de un viejo telar donde un cartel anunciaba su traslado: Nos hemos trasladado a Turquía. Mil calles todas con nombres de santos, vírgenes, mártires, fascistas, trataban de engañarme, de empujarme al pasado, de hacerme viejo. El sol iba ascendiendo, la mañana se perdía. Y lo más aterrador. Escuché risas. Me estremecí. Risas infantiles. Sin embargo me encontraba en el instituto nacional de la semilla. Sin embargo escuchaba risas infantiles. Risas porque el instituto nacional de la semilla también era guardería. No había ninguna colisión en toda Villa Real con la democracia. Todo era Nacional fascista. Calles, monumentos, gentes. Había que irse. Pero ¿Cómo salir de Villa Real? Por la calle Francisco Franco, Felipe VI, Juan Pablo II. Vi a un policía local y quise preguntarle: ¿ Cómo puedo llegar la autobús evitando una calle que no tenga nombre de reyes ni fascistas, santos ni vírgenes, ni estatuas de obispos o de toros? Cuando me dirigía a él: La procesión en tromba con orquesta y Cruz deslumbrante por el sol que me cegaba. Eché a volar y llegué hasta la estatua al sueño español: El trabajo. Un homenaje de Villa Real al trabajo de sus agricultores. Su figura, un recuerdo brutal a la inocencia y la explotación. Sus brazos imponentes, llenos de movimiento eterno encadenado, servía de cuna de palomas, las mismas palomas con sotana y diplomas que se aprovecharon de estos inocentes trabajadores de cuyo esfuerzo sacaron una gran plusvalía. Cerca de la estatua unas voces enervadas pedían trabajo para los españoles. Yo miraba la estatua, y a los que se manifestaban con aires de supertrump pidiendo trabajo solo para españoles. Ya se darán cuenta- exclamé esperanzado - Que cuando se vayan los inmigrantes en España, o los mexicanos en Norteamérica, la explotación y la violencia de los empresarios, la que ejercen contra los inmigrantes, y que gracias a la exclusión social de muchos blancos empobrecidos no sienten claramente, la sentirán. Luego miré la estatua de Villa Real de esos inocentes Sisifos y caí rendido: No, no se darán cuenta. Así fue como volví sobre mis pasos al autobús con una pesada carga. EL recuerdo de placas, estatuas, calles. En mi cueva con mis animales lloré y compusé una canción llamada: Oh mundo cruel, pero eso es otra historia. Angelillo de Uixó.