Fuego despavorido que en la despedida mostro sus cenizas
dejé sobre tálamos el temblor de los incendios apagados
labios perdidos en el infierno, se siguen calcinando los besos,
tristes tocan el polvo.
Mis ojeras desveladas cuelgan de unos anteojos rotos,
el pequeño mueble retiene el calor de los cuerpos,
remonte palabras encima de camellos muertos por la sed,
la melancolía ha inundado los desiertos.
Estoy labrado sobre la cama la invocación de su fuego,
enterraré el viento ahora que el desierto nos desangre
ahora que los espejismos están zarpando
a la última exhalación donde busco sitios donde abrevar,
mi voz se derrumba en el fondo de la arena.