Por Alberto JIMÉNEZ URE
De Ellos se dice
Que siempre el triunfo.
Se exhibe muchos:
Empero, si en tu situación
De orfandad e «Inferiorizado»,
Levantaras la mirada,
De súbito comprobarías
Tu antigua sospecha
Según la cual
No es sino Uno
Oculto en tanquetas
Y flanqueado por tropas
Para permanecer blindado
Ante tu represada iracundia.
De Ellos se afirma
Que siempre horda letal,
Lo cual causa temas
Mirar, sin su permiso,
Hacia Cielo Abierto.
Que sobrevivas precariamente,
Sin tener la seguridad de poder
Alimentarte, feliz transitar y libar
Cada vez que antojes y dónde,
Como cualquier ciudadano civilizado
En el curso de un mundo ya postmoderno,
No es una inapelable ni perpetua sentencia.
Cielo Abierto es un auténtico
E incondicional mejor amigo:
Lo profundo que te define
Mujer u hombre libre.
He aquí mi predicamento,
Persona magnánima:
No es infalible ni debería
Inspirarte pánico, parálisis física
O psicológicamente abatirte
Porque, temprano el mal nacido,
Arrodillado y vestido con harapos,
Experimentará un inmenso castigo.
Cierto: a ese fortuito torturador
[Mismo que suele exhibirse
Arrogante, ruin, amenazador,
Mafioso y dueño de república,
Afamado cobarde sin sus numerosos
Custodios/mercenarios/inescrupulosos
Pagados con «próceres impresos» propiedad
De la Nación de la cual formas parte]
Un juicio por Ultraje Mayor aguarda,
Y en entre los presentes serás un testigo.
No importa que írritos «memorándums»
De espurias supremas y fétidas cortes
Para impartir injusticias
Legitimen Delitos a la Humanidad Lesivos
y adventicias castas cívico-militares.
A todos aguarda la peor forma
De ser ejecutados ante sus víctimas:
La Vindicta Pública será implacable
Mirándolos suplicar por sus vidas
Que fueron «acto fallidos» de la Providencia.