Llegué a casa no más de las diez,
traía una rosa de regalo
para así pedirte la mano.
Parecía mentira lo que estaba a punto de suceder.
Tu mirada ya no era la misma, tu rostro padecía,
cuando una lágrima de tus ojos calló por la mejilla.
Quisiste contarme algo, pensaba que era grave.
Más bien el final de esto, fue inevitable.
Te acercaste por el lado, los labios tronchados.
De su boca, tartamudeando las palabras estaban,
y un leve llanto sordo y con lloros.
De otro te enamoraste, a otro ya besaste.
Yo estancado en el silencio de mi conciencia,
a espera de mi reacción.
La cual no fue más que lloros y conmoción.
Cogiste tu blusa y tu vestido negro.
Tu maleta, ligera de equipaje
y tu corazón, esperando a otro
a quien amarle.
Empezó a llover,
de truenos y relámpagos.
Yo pensando:
-¿Por qué se fue sin apenas aviso?
-¿Por qué se fue y me dejó vacío?
El ahora estará loco por besarte,
y yo llorando por perderte,
y envidioso de no tenerte.
Ahora tu sonrisa ya no me pertenece,
tus besos ya no buscan a mis labios,
tú mirada, la perdí cuando tu marchaste.
No te podía olvidar, sin ti ya no siento.
Compré tu perfume para no olvidarte
y echarlo a la almohada para soñarte.
Pero fue en vano todo,
pues tú ya no volviste, ya no añoraste.
Pasaron los años
y abrí mi cajón de fotos.
Ahí estabas tú.
Me petrifiqué al mirarte,
me precipité al olvidarte.
Como un pedazo de mi vida
se fue de un suspiro.
¿Cómo una lágrima que por ti derramé
pudo ser tan pequeña, y albergar
tanto por ti?
De repente, una llamada vi,
era tu familia, que lloraba por ti.
Terrible fue aquello que oí,
no me dio tiempo apenas terminar.
De disgusto tuve que colgar.
Corriendo a ese lugar yo fui.
Y ahí estabas tú, debajo de mí.
Te llevé una rosa y un jazmín.
Una tronchada, una blanca como la luna.
Su leve aroma me recordaba a ti.
Mis lágrimas a ti postré,
pues ya no te volveré a ver.
Porque no me dio tiempo a decirte,
lo tanto que te amé.
Ahora solo me he quedado,
por las noches, pienso en ti,
y yo a tu lado.
Sé que ya te perdí.
Salí a la noche
y en las estrellas me perdí.
Me fijé en una de ellas,
y allí te vi.
No se mí me sonreíste o tú me viste.
Pero al menos me consolé,
porque pude ver, que siempre estarías allí.
Desde lo alto me lancé,
y en mis sueños me quedé.
Al fin te pude ver,
y arrepentida me dijiste:
-¿Por qué te dejé de querer?
La cogí por mi regazo y la besé,
para que no vuelva a ver ningún final,
y así tu yo poder estar juntos
hasta la eternidad.