Me entretengo entregando al destino
la savia que se derrite ante mis ojos,
la savia verde que recorre mis venas
como caballo al aire que tiende alas
de bronce ante la faz del despecho.
Procura rendir cuentas, ahora que
puedes, para llegar al juicio final
ayuno de deudas, ni debe ni haber.
Déjate llevar por lo que sientes, sin
considerar si es o no a la costumbre
acorde, la voz del que teme la vida
porque es cobarde, hasta la náusea.
Entra en las termas milenarias que
te esperan para tu gozo, azules.
Están selladas a fuego por tu deseo
sincero, el único que cuenta en vida.
Pronuncia cada día, nada más posar
los pies en el suelo, un aleluya que
agradezca a los dioses no haber aún
enviado a la Parca fría, negra, que
nos llevará cual héroes de asfalto.
Si molestas a la convención es que
estás en el camino recto.
Sigue así.