Las manos cruzadas,
veo hojas caídas
de árboles sin miente,
y sus quejas ardientes,
no hablo, no escucho, no veo.
En la cima del monte,
gemidos y gritos de
una parturienta,
y una hoja caída
de un árbol sin miente.
En la vera de aquel,
los ojos de mi hermano,
atisban el abismo de la pendiente,
y una hoja caída
de un árbol sin miente.
Y la niña que va sonriente,
en la mano la azucena y la orquídea,
una hoja, en el árbol con miente.