A veces soy como el barco viejo,
que todavía por lejanas aguas navega,
otras veces parezco nuevo y no me quejo,
y me siento como barco nuevo que a todo se arriesga.
Cuando salía de aquel puerto,
me despedías con un blanco pañuelo,
siempre era ese adiós triste como duelo,
pues la partida del marino era viaje incierto.
Sigue el barco navegando,
cada vez más cerca de la tierra,
ya no resisten mucho sus cuadérnas.
No tengo prisa, voy andando,
a todos los destinos que la memoria encierra,
y todo esto lo cuento en las cartas marinas de las tabernas.