Diluvio de filosas espinas que se clavan
hasta la resurrección de los vuelos,
barro que se extiende hasta la respiración
que acecha el rastro de sus alas desprendidas,
cae una manzana junto al luto de una serpiente
ofreciendo frutos para alimentar su delirio,
ahí la desnudez desato el fuego del infierno
convirtiendo en vuelo la caída,
el ángel de ceniza volverá a levantarse desde sus iluminaciones
donde demonios heredan su muladar de sombras
parvada de almas que aterrizan sobre la tierra habitada por el tiempo
que encarna sus manecillas vertidas
en relojes antiguos que nos asedian,
el peso del tiempo esgrima la consciencia
y el mundo pertenece a sus duraciones,
sobre mis manos se desgarra lo que se ha ido
donde todo arde transigiendo la vida,
desde esa noche estoy esperando bajo este diluvio de tiempo
la inocente desnudez que cubre los días originales,
revolotean interrogaciones fatigadas,
el ángel que temo me abraza,
subió por la escalera hasta el borde de la existencia,
me aprisionó con sus alas,
hizo llover lágrimas sobre mis años,
ahora como cadáveres descansan.
Para mis ojos han desaparecido los episodios
me vuelan las horas a la lapida y al letargo
las manecillas ahora son la cuerda que se enreda en el cuello,
todo se asfixia y deja de tener un nombre
ese que buscamos en la memoria que nos agoniza.