Y en la soledad encontré un sitio
contemplando mis ojos tristes
y tus labios color sonrisa,
para descubrir como fue el camino, al principio,
cuando las palabras amordazadas por el miedo
por una vez se vuelven sinceras
y jugarse la vida al cara o cruz,
de una moneda,
no tiene recompensa.
Soledad, que bien te queda el color de tu camisa,
tu perfume
y algunas risas,
qué bien te veo ahora, a solas
y que miedo, tenía antes al levantar las sábanas
y comprobar que estaba sola.
Soledad no vengas aún, espera.