En un bosque lejano
había un asno.
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En ese lugar tan apartado
vivía solitario.
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Cuentan que llevando una carga,
pesada y muy larga,
hizo tantos vericuetos
que se torció el pescuezo.
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Luego buscando del camino la orilla
se fracturó tres costillas.
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Buscando guarecerse bajo las matas
se partió una de las patas.
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Fue una tarde fatal
porque todo le salió mal.
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Por eso vivía en el bosque solo,
lejos de la carga y de los rolos.
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Sólo esperaba la visita fiel
de algunos amigos de él.
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Para visitarlo los insectos
volaban grandes trayectos.
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Distintos tipos de aves
le llevaban frutas y cereales.
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La avispa y la cigarra
le llevaban agua.
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El rinoceronte y el caimán
le llevaba leche y pan.
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La ardilla y la mofeta
le llevaron un par de muletas.
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Los alcatraces y golondrinas
le llevaban golosinas.
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EL cachicamo y el oso hormiguero
le llevaban maíz del bueno.
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Un divertido turpial
le llevaba crema dental.
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La cebra y el caballo
le llevaban jabón de baño.
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El perro y la tortuga
le llevaban sacos de lechuga.
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La cascabel y la aguaitacamino
le llevaban sacos de trigo.
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El asno estaba feliz,
ya no quería salir de allí.
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Nunca faltaban animales
que le atendieran sus males.
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El asno se hacía el enfermo
para esperarlos a ellos.
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Hasta que un día el león
se enteró de la cuestión.
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Y fue a visitarlo al sitio
para comérselo a mordiscos.
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Y el asno que estaba ya sano
y muy bien alimentado
apenas escuchó el rugir
tuvo tiempo para huir.
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Huyó con tanta destreza
que no utilizó ni muletas,
y todavía andan buscando
al astuto y pícaro asno.
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Autor: Alejandro J. Díaz Valero
Maracaibo, Venezuela