En el remanso
un río manso,
el sol reflejaba,
ufano sus cabellos
de oro, que al viento dejaba.
En el remanso
un río sosegado,
las estrellas la noche, un manto,
trenzas de blanco y nacar,
en el manantial refrescaba.
Y en la vera del remanso
estaba ella,
de ojos pardos, tez criolla,
cuerpo esbelto de mármol
cincelado y sus labios,
labios encarnados.
Su alma poética,
un suspiro por quien esperaba
lleno el ambiente de versos,
aves, flora, y todo ser
viviente de aquel remanso
refulgieron, vivieron
caminaron.