Soy el sueño que te sueña.
Eres las alas oscuras de la noche, con
tu abrazo mi piel deja de arder
por el toque calcinante de la soledad.
Sostener tu mirada es contemplar la
juventud perpetua, soportar la mística seducción
el aroma y el hálito frío que hacen arder mi interior.
Eres la fría llama de la noche.
¿¡Qué digo!?
Tú encarnas la noche, tú, maestra de pasiones,
dueña de cuantos amores secretos hubo.
Quisiera ser José Arcadio Buendía
y, tu, Úrsula Iguarán
siempre fuerte e inamovible como ese árbol
para que igual que el Buendía
mi locura acabara por destetarme del
vetusto pecho de la civilización, para
que mis pies se fundieran con tus raíces, y mi cuerpo a tu
silvestre tronco, y mis ojos contemplaran
las castañas y perennes hojas de tu cara.
¿Qué es lo que siento? Amor significa demasiado poco.
Ya no sé nada, pero sé que cada vez que dejo
hundir mi cuerpo y cabeza, como un soldado caído en combate
muero entre las sosegadas tinieblas de tus muslos
tu deleitoso tacto es como mi amado mar
pues tu oleaje manual mece el timón nervioso
del pequeño bote que es mi mente.
Vuelvo a abrir los ojos y ya no hay árbol, no,
hay una cara, una mirada, unos ojos que
penetran en lo más profundo de mi alma
a través de los míos para, cual valkiria alada
recoger mi vencida faz y llevarme a
las labiales puertas del Valhalla de tu boca.
Una vez el velo de la noche cae, veo por fin tu
auténtico ser, eres Frigg, eres Freyja
eres la solemne aparición de una diosa nórdica.
El dorado oro de Moctezuma es la viruta decadente de
tus áureos cabellos ¡Aún más! Tu pelo es
la vespertina estrella de rubia seda, cuando
el viento lo ondea, todo se llena de ti,
haciendo que los certeros rayos solares filtrados
a través de tus cabellos, atraviesan a todo el que pasa
cerca de ti, contagiándose así el mundo de una fuerza,
de una armonía misteriosa, inusitada que transforma al necio
en discreto, al conservador en anarquista, al Semónides en Lope.
Fimbultýr