Agua de la mañana
Mi hada es de cristal, tan frágil que puede romperse con solo besarla.
Por eso, cuando la tengo desnuda junto a mi, dejo que flote sobre mi cuerpo para no apresarla con mi amor.
Mis labios recorren con suavidad sus pequeños pechos, frutas maduras que ansían que las recojan.
Mis dedos, como si acariciaran terciopelo, de deslizan por su piel de copos de nieve, se enredan en las flores que cubren su sexo.
Mis labios se dejan besar por por los suyos. Besos de aire, ligeros Suspiros, de aire que quema, de lenguas que saben a recuerdos antiguos.
Su boca me besa, me lame, me come. Mi torre, clamando al cielo, es vencida por cálidos besos. Mi boca, cubre de humedad una cueva ya húmeda. El sabor de sus entrañas me vuelve loco. Sentir como se agita sobre mi cara, como el calor derrite su cuerpo de nieve sobre mi barbilla.
Comida de número capicúa.
Ahora es ella, la que encima mía, siempre ella encima, frágil criatura, con manos maduras pero inocentes, como si fuese la primera vez, que lo es, la que guía mi miembro hacia el interior de su sexo.
Movimientos suaves, cálidos, profundos, húmedos. Mira manos buscan su cintura, pero no pueden. Mi hada de rompe si la atrapan. Tiene que vivir sin ataduras.
Ella elige los movimientos, el ritmo.
Despacio. Profundos. Acompasados.
Mi hada de cristal.