Se cubrió los ojos con la paz austera.
En la hierba convulsa de este mundo
se arrojó a descansar sólo un minuto,
se quedó dormido una muerte entera.
Otro quiso sentarse bajo una piedra
y nadie lo vio aplastado por dos sombras.
El sosiego mortuorio en la deshora
dejó sepultas todas sus ideas.