Sé que vendrás, cuando la luz
que se derrama desde el vaso del día,
va humedeciendo mis ojos,
abriéndome las manos
para sujetar tu tallo silencioso.
Se suspende tu edad,
quedándose en el aire la primavera
ilimitada y pura,
madurándose en las rosas,
que visten de rojos tus imágenes.
Bajo las márgenes del pensamiento,
se deslizan los instantes,
que se instalan sobre el pecho,
esperando absortos el concierto
de dulzuras crecidas.
Y eres alta, y soy un fuego con hambre;
por nuestra sangre arborecida,
circulan leyendas marineras
de una canción gigante,
de olas, de cuerpos, de playas, de un amor.