Tu olvido me dejó la brisa nieve
y a mi alma, llovizna de escarcha.
Entonces se hicieron dueños los ojos
de las negras vigilias;
entonces en el ánimo de quejarme
quise derramar mi llanto
para acompañar mi desvelo.
¡Qué noche la mía!
\"En la cumbre del desconsuelo\".